Hace unos días comentaba en Twitter, a propósito de una memorable emisión en directo de Universo Íker, que hoy en día el que te llamen rancio, carca o cuñao es casi lo mejor que te puede pasar. El mensaje tuvo una relativa repercusión, pues fue retuiteado durante el programa por la propia cuenta de Íker Jiménez, que estaba hablando de eso mismo, y creo que en el momento todo el mundo lo entendió. Sin embargo, días más tarde me dió por ponerme a pensar sobre el significado profundo que hoy en día se le da (o se le pretende dar) a esas palabras, porque es algo verdaderamente preocupante.
De los tres términos, que prácticamente hoy resultan sinónimos, el más común es "cuñao", popularizado con ese sentido hace algo más de cuatro años por algún monólogo televisado hoy borroso en la memoria colectiva. Se asume como típicamente español por predicadores de la tolerancia que gustan de llamar despectivamente "Españistán" a su país, como situándolo en una zona de Asia central que, según ellos, debe ser poco digna de respeto. Inicialmente, el "cuñadismo" se utilizaba para referirse a todos esos chistecillos cutres, sin gracia desde hace años, que se repiten hasta la saciedad en determinados ambientes comunes y populares, como los legendarios "ese ya no lo tienes que fregar" o "de ahí no pasa" cuando se cae un vaso al suelo en un bar. También se aplicaba a ese amigo o familiar (típicamente el cuñado o el concuñado) listillo que siempre presume de haber hecho una compra o una elección mejor que la tuya, o que hace alardes ridículos de cultura cuando apenas sí lee algún diario deportivo regularmente.
Hasta aquí todo tiene su sentido e incluso su gracia. Algunos lo entendieron y lo desarrollaron muy bien, como Pedro Vera con sus corrosivos y referenciales "Ranciofacts", pero pronto este nuevo significado de lo "rancio" y lo "cuñao" sufrió una perversión a manos de torpes ignorantes y resentidos con una clara intención propagandística. A partir de un cierto momento, quiso hacerse que el "cuñao" fuese todo aquel que, aún con propiedad, divulgase u opinase profundamente sobre un tema públicamente. Esta práctica, cada vez menos frecuente en nuestros días, parece resultar muy molesta para quien no tiene suficiente cultura o conocimiento para poder hablar de nada y prefiere denostar al que sabe en lugar de aprender, soñando con un equilibrio en el que no pueda sentirse acomplejado.
Pero hay algo todavía peor. Decía Sergio Pitol que la creatividad es el fruto más delicado y selecto de la memoria y aquí está la clave de todo: Los botarates de los que hablamos en el punto anterior no son más que inconscientes repetidores de una idea con intenciones mucho más siniestras. Los correveidiles que todos conocemos de los partidos de ideología extremista divulgan de contínuo en todos los medios la peor connotación que puede tener "cuñao" no por envidia personal, sino con la esperanza de cultivar una sociedad de burros privada de cualquier criterio intelectual, cultura o creatividad que cuestione los panfletos, mentiras o pequeñas ideas que difunden para, como decía Adolf Hitler, llegar a la población por el corazón en lugar de la cabeza... Inyectando veneno.
Para la desgracia de algunos, España es y será por mucho tiempo, gracias a Dios, un país en el que abundan los "cuñaos" buenos, malos y reguulares.