No, no me he equivocado al titular esta entrada. Considero que, a nivel político, la Trama Gurtel es lo mejor que le ha pasado a este país en los últimos veinte años. ¿No se lo creen?
Cuando el PSOE se desangraba sin remedio en lo peor de la crisis, a Zapatero se le ocurrió la cándida idea de levantar y azuzar las vergüenzas del PP valenciano pensando que traicionar la omertá de la corrupción transversal de las administraciones públicas tendría consecuencias electorales sólo para sus adversarios. Evidentemente me se equivocaba. Lo que él pensaba que sería un genial disparo de la última bala que le quedaba resultó en terminar muerto en su propia tumba con el revólver encasquillado: Pronto le devolvieron el golpe aireando lo que se venía haciendo con el dinero destinado a los parados andaluces. Y esto fue sólo el comienzo de una espiral de "y tú más" en todos los niveles (con preferencia de los ayuntamientos, los estamentos más hediondos) a dos trincheras.
En un primer momento, PP y PSOE estuvieron, pese a todo, relativamente tranquilos. Según el advenimiento y la habilidad de la "prensa amiga", lo peor que le podría ocurrir es protagonizasen titulares bochornosos de vez en cuando, pero en todo caso se alternarían con los de sus rivales. El problema surgió cuando la población empezó a rechazar de veras la corrupción. Hasta entonces, en un enorme espejismo de vacas gordas, los políticos eran contemplados por la mayoría casi con envidia por la cantidad de dinero que habían sido capaces de "hacer" durante sus mandatos, considerando sus chanchullos como algo meteorológico... Pero la envidia empezó a ser de la mala cuando empezó a vivirse peor o, directamente, a faltar el trabajo.
La consecuencia fue que la gente empezó a plantearse votar a nuevos partidos (todavía sin entender que los políticos no son extraterrestres sino una muestra aproximada de la sociedad de la que vienen) y tras el primer susto en las elecciones al parlamento europeo, que son muy útiles estratégicamente por la facilidad que da la circunscripción única para conseguir escaños, los subalternos socialistas y populares se arrastraban lloriqueando por las tertulias instando a los electores a que votasen "a los partidos de la transición", en un colaboracionismo bastante patético.
Quiso el destino también que por aquel entonces la crisis económica salpicase duramente a la prensa tradicional. Además de la muerte de algunos medios, en otros hubo diferentes intentos de cambio de línea editorial (evidentemente infructuosos) con el consecuente relevo en el mando, lo que provocó el nacimiento de nuevos y ruidosos periódicos digitales comandados por los escindidos, perros viejos con muchos contactos capaces de acceder a información muy jugosa y temible. Digo temible porque hasta entonces los partidos sabían lo que podrían esperar de cada medio, pero a partir de entonces la variedad empezaba a dar ya no sólo para que hubiese medios oficialistas e idealistas no sectarios, sino incluso otros que pudieran apoyar una facción concreta dentro de las formaciones o que, directamente, no les importaba disparar a quemarropa para llamar la atención y ganar lectores. Esto llevó la lucha a otro nivel: la gente empezó a indignarse no solo con grandes desfalcos, financiaciones ilegales o tráficos de influencias. Ahora el nivel de exigencia se llevaba al que era común a otros países de Europa.
Hasta entonces no se veía raro que gente como Celia Villalobos, José Blanco, Celestino Corbacho, José Montilla o Patxi López, que no tienen formación reglada más allá del bachiller, ocupasen ministerios o presidencias autonómicas a pesar de que en el país sobra gente sobrecualificada. De un tiempo a esta parte lo normal es que la mayoría de la "gente de partido" (que luego terminaba con algún cargo público) fuesen pobres diablos cuyo único mérito era dejarse caer con frecuencia en la sede, incapaces de no hacer ruidosamente el ridículo en público sin haberse leído antes el argumentario que le diese pautas para poder debatir. Pero a partir de ahí, y no antes, felizmente empezó a tener relevancia que un político licenciado se haya sacado un master por la jeta o que haya copiado haciendo su tesis doctoral. También empezaron a aflorar lo que antes podrían considerarse "cosillas menores", como defraudar a Hacienda o evadir impuestos de algún modo, algo tan común a pié de calle en España como tomarse un café. Pero ahora se exige dimisión.
Ahora ningún político se considera a salvo. Todos tienen miendo e incluso compadecen a sus rivales, no vaya a ser que a ellos un día les pase lo mismo. Desde luego esto no va a quedar así. ¿Qué harán para protegerse?