Me sorprendió bastante ver entre los trending topic de Twitter las menciones al grupo musical Def Con Dos, pero más todavía que casi todos los comentarios eran críticas al tema que estaban promocionando. Todo giraba acerca del estribillo:
No hay nada más falso
y que más estorbe
que el nuevo
puritanismo progre
Me puse a pensar entonces que quizás la mayoría de la gente que echaba espuma por la boca pensaba que Def Con Dos era un grupo pop español al uso, de los "de la ceja" zapateril, a los que, por tanto, les tocaba como misión el difundir en su estilo los mensajes del Imperio, provocando pero bajo control. Pueden ser mucho más comerciales que otros, sí, y famosos casi de casualidad por hacer bandas sonoras para Álex de la Iglesia, pero no dejan de ser un grupo punk... Y hay que ser muy idiota para pensar que el punk tiene que criticar unas cosas sí, pero otras no. Que no está, básicamente, para tocar los cojones al mundo. Añado, por cierto, que Def Con Dos todavía tienen frases muy vigentes y corrosivas, como "¿Cuándo lograrán equipararse los que comen mierda con los que no comen carne?" o "La culpa de todo la tiene Yoko Ono".
Y es que algo está empezando a funcionar muy mal. Hace más o menos un año que Cristina Morales publicaba Lectura fácil, donde se criticaba exactamente el mismo concepto casi al inicio, solo que a ella casi nadie se lo echó en cara, probablemente porque no nació con el pecado original de la religión progre que sí tienen todos los hombres por el hecho de serlo, para el que todavía no se ha definido un bautismo. Están surgiendo voces críticas en todas partes porque muchos todavía no se ha dado cuenta que desde hace décadas, el "sistema" es algo muy distinto a lo que era. Criticar a la Iglesia, a la aristocracia o al conservadurismo hace cuarenta años que dejó de ser contracultura, porque el poder "opresor" o dominante ahora es otro... Y no precisamente un opuesto "libertario" y abierto al paradigma anterior. Es más, como hemos insistido aquí mismo, la moral ideológica imperante en cada momento ya ni siquiera está alineada con el color del gobierno de turno: ha conseguido poseerlos a todos por igual, de modo que la política se ha diluído hasta convertirse en puros matices en los planteamientos económicos. La izquierda ya no es social ni la derecha conservadora. Y ser de izquierdas no es lo mismo que ser progre. De hecho, ya hay voces críticas como Verstrynge, otrora ilusionado con el fenómeno Podemos por representar a "otra izquierda", que los coloca ahora como tanto o más sistémicos que el PSOE, más preocupados por representar mejor que nadie la corriente relativista imperial que por "la gente de abajo" que se arrogan en representar.
Obviamente, estamos hablando de un fenómeno global. El ejemplo que más me sorprende es el de Brasil, un país enorme y complejo, con problemas sociales gravísimos de violencia y pobreza a pesar de lo que venían vendiendo acerca de su crecimiento los futurólogos de la economía... ¿Cómo tendrían que estar percibiendo los ciudadanos el estrangulamiento moral imperante para optar por un candidato de corte ideológico como Bolsonaro, más imaginable en otras latitudes? ¿Qué ha cambiado en los últimos años? Quizás José Padilha acertó en su retrato y crítica del progre carioca (siempre de clase más o menos acomodada, como en España) en Tropa de élite hace más de diez años, vaticinando que el enfoque relativista y empático hacia el crimen fabelero, la gran lacra del país, tendría repercusiones a no muy largo plazo.
Terminando esta verborrea, recuerdo una escena de cine patrio sesentero en la que unas cabareteras comentaban que ya les estaba permitido llevar vestuario que mostrase el ombligo, que antes se tenía que tapar, típicamente con una estrella y se le llamaba "el portal de Belén". En otra escena de una película de la misma época, un padre trataba de evitar que su hijo se masturbase obligándolo a ver el famoso cuadro de La mujer barbuda en plena libido, para hacer naufragar sus fantasías (y de paso, quizás, traumatizarlo y desinfectarlo de ellas). Hoy, cincuenta y tantos años más tarde, son otros mucho más siniestros los que pretenden degradar a la fémina que exhibe su cuerpo y criminalizar las relaciones espontáneas entre hombres y mujeres.